El Poder de Desconectar: ​​Un proceso alejado de las redes sociales



El Poder de Desconectar: Un proceso alejado de las redes sociales

Hace aproximadamente un año tomé una decisión que, en su momento, me pareció atrevida pero que hoy en día valoro profundamente: alejarme de las redes sociales. Como coach & terapeuta, la idea de desconectar de este mundo digital era un reto, especialmente cuando muchos colegas y expertos aseguran que tener presencia constante en plataformas como Instagram o Facebook es vital para mantener la conexión con los clientes y atraer nuevos. Sin embargo, decidí dar el paso, con el objetivo de interconectar más con mi entorno inmediato y, sobre todo, con las personas que me rodean en el día a día.

Al principio, la idea de no estar "presente" en las redes sociales me generaba cierta ansiedad. Pensaba que si no publicaba constantemente sobre mi trabajo, mis terapias o incluso sobre mi día a día, perdería relevancia. Estaba atrapada por esa necesidad de validación digital, creada por la creencia social de si no estas en redes está destinado al fracaso. Pero, con el paso de los meses, me di cuenta de algo fundamental: las redes sociales no eran la clave de mi bienestar profesional ni personal, y fui poco a poco cada vez mas silenciando mi presencia en las redes.

La adicción invisible de las redes sociales

Lo primero que noté fue cómo las redes sociales habían creado en mí una especie de dependencia. La necesidad de estar siempre conectada, de revisar cada notificación, de comprobar cuántas personas interactuaban con mis publicaciones… Esto no solo afectaba mi tiempo, sino también mi bienestar. A nivel personal, sentía que estaba desconectada de la realidad. Mi cabeza estaba más ocupada en saber qué estaban haciendo los demás, que contenido crear, que en vivir mi propia vida.

A nivel profesional, me di cuenta de lo mucho que las redes sociales alimentaban el síndrome del impostor. Pensaba que, si no compartía mis logros, mis conocimientos o mi día a día como terapeuta, estaría perdiendo credibilidad. Sentía que mi presencia online determinaba el valor de mi trabajo, lo cual me generaba una presión innecesaria. Era como si mi éxito profesional dependiera más de mi visibilidad en Instagram que de la calidad de las terapias que realmente estaba ofreciendo.


Reencuentro con la salud mental 

Al alejarme de las redes, empecé a experimentar una liberación. Mi mente comenzó a despejarse. Redescubrí el valor de la conexión real con mis amigos, familiares y colegas de toda la vida. Ya no vivía pendiente de la próxima publicación o de las métricas de mis redes. Esto, por supuesto, tuvo un impacto muy positivo en mi salud mental. Sentía más paz, menos estrés y más satisfacción por lo que estaba logrando en mi vida real, no en la virtual.

Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue cómo este cambio también se reflejó en mi práctica profesional. A pesar de no estar constantemente mostrando mi trabajo en las redes, la consulta seguía funcionando. Mis clientes seguían llegando, y lo más importante, los procesos terapéuticos seguían siendo tan efectivos como antes. Fue una confirmación de que la verdadera conexión no depende de la visibilidad online, sino de la calidad de la relación humana que uno establece con los demás.

Este proceso me ayudó a entender algo muy importante: no necesitas estar presente todo el tiempo en las redes sociales para ser un buen profesional o para hacer crecer tu consulta. La autenticidad y el valor real que ofreces a las personas están más allá de lo que puedas compartir en un post. He aprendido a desconfiar de la creencia de que la constante visibilidad digital es la clave del éxito. Si bien las redes pueden ser una herramienta útil, no deben convertirse en una necesidad para validar tu trabajo.

Hoy puedo decir que este año de desconexión ha sido muy positivo en todos los aspectos. No solo me ha permitido reconectar con lo esencial, sino que también ha reforzado mi creencia en que lo más importante es el impacto real que uno tiene en la vida de las personas, más allá de las métricas digites. Tanto es así que el estrés constante pasó a un segundo plano, me permitió experimentar trabajar en proyectos diferentes a mi consulta y a desarrollar algo que tenia pendiente la importancia del amor propio para alcanzar la vida deseada. Un proceso que me ha regalado la mejor recompensa de todas, ser mamá algo que tenia totalmente como perdido y llegó cuando aprendí a desintoxicar mi vida social y profesional.

Para todos los que estéis pensando en hacer algo similar, os animo a que lo intentéis. Quizás no sea necesario un año completo, pero incluso unos días o semanas alejados de las redes sociales pueden ofrecerte la claridad que necesitas para reevaluar lo que realmente importa. Lo que es seguro es que el equilibrio entre el mundo digital y el físico es esencial para mantener nuestra salud mental intacta y, por supuesto, para seguir haciendo lo que amamos de la mejor manera posible.

Tras este proceso de experimentación, vuelvo a las redes sin pretenciónes, sin obligaciones, sin expectativas, solamente para conectar cuando mis tiempos de calidad quieran hacerlo y de la manera que más me identifica como persona  y profesional, de manera natural.

Con cariño y gratitud... tu coach de confianza.

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